Rehalas




El Diccionario de la Real Academia Española define a la rehala como una jauría o agrupación (2a acepción). Otros diccionarios dan más detalles y explican que una rehala es una jauría de perros de caza mayor, 'cuyo número oscila entre quince y veinticinco. Como recoge el Libro de la montería, cazar con una rehala es una de las formas tradicionales de caza.ANTECEDENTES HISTÓRICOSViado, Guerrero, Natural, Barbada, son algunos nombres de perros punteros que aparecen en el Libro de la montería del rey Alfonso XI donde se contiene una documentada recopilación de los procedimientos de caza mayor (venado, jabalí, oso) al uso y un censo, especialmente descriptivo, de montes y manchas que complace reconocer hoy día, más de seis siglos después.Pero, dicho libro, mandado recopilar por aquel rey cazador, es, sobre todo, una expresión de cinofilia, ya que una buena parte de su contenido se dedica a la cría, cuidados y consejos veterinarios de los perros empleados en la caza (cinegética).El Libro de la montería es un libro escrito hacia 1345, que, según los eruditos, aún hoy en día constituye una guía de la materia, de pasmosa validez, salvando las distancias y medios técnicos y veterinarios que el progreso ha puesto al alcance de los propietarios de perros de rehala.En la época del Libro de la montería, los perros empleados en esta forma de caza — otra era la cetrería — se clafisicaban en tres categorías:— Canes de levantar. — Canes de correr. — Canes de tomar. A cada función atribuye el citado libro diferentes razas de perros. Así reconoce como canes de levantar a sabuesos, podencos y lebreros; los de correr son los mismos que los de levantar, aunque, dice el libro «ca non todos pueden ser buenos de levantar». Si bien el ideal es el perro que realiza ambas funciones y el Libro de la montería aconseja el adiestramiento idóneo para conseguir estas virtudes, «Et faciéndolo desta guisa, podran facer buenos también de levantar, como de correr.»Los perros de levantar son los actuales buscas, perros de rastro que localizan las reses en sus encames y las obligan a huir hacia donde los mismos perros, acompañados de otros de pies ligeros (punteros), las persiguen llevándolas hasta las líneas donde se disponen los cazadores (ahora mal llamados monteros) todo ello en medio de un constante latir al rastro o a la vista del perseguido.A veces, consiguen parar a la res en algún apretado de monte bien por cansancio de ésta, bien porque está segura de sus fuerzas y se defiende (caso de un gran jabalí «macareno»), entran entonces en acción los perros «de tomar» (los actuales «de aga- «Porque lo más del monte es en los buenos canes, deben facer mucho los buenos monteros por facer buenos canes...» (Libro de la montería de Alfonso XI)facultad que el Libro de la montería reconoce a mastines y, sobre todo, a alanos. Estos perros hacen presa en la res parada permitiendo así su caza y evitando con ello la lesión o muerte de los canes «de levantar» y «de correr».No deben ser los perros de tomar, a pesar de su fuerza, perros torpes. Es una obsesión constante en el Libro de la montería criar alanos rápidos «otrosí los alanos et las alanos de cual talle deben ser para ser mas ligeros. Otrosí de cuales fechuras deben ser para ser mas fermosos, et mas tomadores». j La forma descrita de cazar en las manchas de monte guarda gran parecido con la actualidad, si bien en el siglo xiv había más estrategia, casi militar, pues no en vano se vivían tiempos de Reconquista.Se observan, no obstante, algunas diferencias importantes, sobre todo, en los desplazamientos a pie de las rehalas hasta llegar a los montes a cazar y el mayor uso de las traillas para controlar a los perros evitando carreras a destiempo o en vano, lo que resulta básico en la enseñanza («de que manera deba facer el montero que quiere facer buen can de trayella»).También se observa un diferente despliegue de los perros. Así una parte de los alanos se colocaba fuera del monte esperando a los animales perseguidos y cansados por el resto de la rehala. Asimismo se utilizaban perros «de renovar» o de refresco que se soltaban cuando los que ya habían corrido daban muestras de cansancio.Los actuales «perreros» eran llamados «monteros». No había armas de fuego por lo que matar «a cuchillo» o «a lanza» no sólo no era algo excepcional sino la única manera. El motivo de la prioritaria dedicación del Libro de la montería a los perros lo resume el propio libro sabiamente «Et la razón porque, es porqué la mayor parte del monte es en los buenos canes».Sépanlo así, nuestros «perreros» y «monteros» de hoy en día.Consejos a los monterosLa montería del siglo XIV' era más cinegética en todo el alcance del término, como se desprende de los siguientes fragmentos del Libro de la montería que dan algunos consejos de comportamiento con los perros.Parescenos que cualquier montero que soltare el can, quier sea el can suyo, quier de otro que ge lo haya emprestado, non debe venir á la posada fasta que lo traiga, ó traiga señal ó nuevas del. Et si de otra guisa lo ficiere fará como mal montero, et debegelo su Señor estrañar, et darle tal castigo, et escarmentargelo de tal guisa porque otra vez non lo faga;et aunque non lo estrañe, porque non se pierdan los canes, debelo estrañar por facer buenos monteros.» (Capítulo XXXIII: Que fabla de lodo montero non debe venir á la posada sin traer el can que soltare ó señal del.)Parescenos que ningún buen montero non debe furtar ningund can á otro montero, et cualquier que lo tunare, non face como buen montero, et debe haber pena por ello. Et la pena parescenos que debe seer esta. Al que fuere enfamado por cierto que lo hace así, que cualquier montero que á este tal pudiere tomar ó furtar can en cualquier manera, que lo pueda facer sin pena;et demás á tal como este, sil tomaren con algund can furtado, que ge lo fagan sorrobar, et que tornen el can á su dueño, salvo ende si fuere home fijo dalgo, que non haya esta pena fea, et que haya la pena que de suso dice en esta razón.»(Capítulo XXXTV: Que fabla de la pena que debe haber cualquier montero que furtare can á otro.


Como señala el conde de Yebes en su obra Veinte años de caza mayor. "No hay verdadera montería sin perros».COMPOSICIÓN MODERNA DE LAS REHALASLas rehalas del siglo xx y finales del xix continúan la tradición de las antiguas rehalas de los siglos xm y xiv con algunas variantes. La rehala de montería española suele tener entre 15 y 25 perros, el grueso de la misma está compuesto por podencos, fundamentalmente españoles, en sus tres variedades de pelo (duro, sedeño y corto).son sin embargo frecuentes los podencos ibicencos y los cruzados de éstos y aquéllos. El resto suelen ser mastines denominados «ligeros» (resultado del cruce de mastines y podencos).Abundan también los perros mestizos («atravesados») cuya característica fundamental es que «cazan». No es infrecuente observar incrustaciones de dogos argentinos, deutsch drahthaar, airelade terrier, y algún que otro galgo y sabueso.Destacan por su belleza las rehalas de podencos blancos o blancos y «naranja» en las que los propietarios han realizado un gran esfuerzo de selección no sólo funcional sino también estética.CLASES DE REHALASPodemos distinguir en nuestro país tres tipos básicos de rehalas:— Las andaluzas y toledanas, ideadas para el cervuno, y por ello compuestas fundamentalmente^or perros ligeros (podencos) con la función de levantar las reses y hacerlas llegar a los puestos ocupados por los monteros.— Las de Madrid, Guadalajara, Cuenca, Albacete, sur de Castilla-León y Aragón, más dedicadas al jabalí y con mayor número de perros fuertes ya que se las han de ver en frecuentes «agarres».— Las del norte peninsular, compuestas por sabuesos y perros de fuerza, dedicadas al jabalí y a la persecución del corzo en territorios de alta y media montaña con pocos puestos lo que requiere perros de gran rastro tenaces hasta el aburrimiento y capaces de perseguir la res levantada durante horas haciéndola volver al monte de donde partió.En estas rehalas dan buen resultado los sabuesos españoles y algunas variedades de franceses, como el azul de Gascuña. Estos tres tipos básicos de rehalas se entremezclan dando lugar a rehalas variopintas.MOMENTO ACTUALRehalas clásicas a comienzos y durante este siglo fueron las de don Antonio Corvasí, montero extremeño autor de varios libros sobre la materia y propietario de magníficos alanos, raza ésta hoy en proceso de recuperación y sin arquetipo determinado, cabe mencionar, más recientemente, la del duque de Arión y entre las numerosas rehalas actuales algunas, que no citaremos para evitar el demérito de la numerosa lista de «innombrables».Tras la guerra civil (1936-1939), que supuso la desaparición de las rehalas, el «desarrollismo» de los años 60 a consecuencia de la «mixomatosis», trajo el abandono de cultivos, el incremento del nivel de vida, y el aumento del número de animales de caza mayor (ciervo, jabalí, gamo y, últimamente, el muflón) y de las monterías, «ganchos» y batidas (monterías menores).Esta pujanza trajo en los años 60 y 70 la aparición de numerosas rehalas, algunas de indudable valor. La década de los 80 produce la exagerada comercialización de la montería elevándose hasta el disparate los precios, desapareciendo el puesto «de invitación» a los dueños de rehalas y sustituyéndose éstas por las rehalas «de alquiler».Muchos vieron en este alquiler fuente de «negocio», pero para ello era imprescindible bajar la calidad de la rehala. No es posible criar, seleccionar y mantener todo el año en debidas condiciones sanitarias, de alojamiento y nutrición las rehalas, con el dinero obtenido de los «alquileres», pero sí abundan los picaros que a comienzos de la temporada de caza mayor, «recluían» en perreras municipales y de otras maneras menos «ortodoxas».Al organizador-especulador de la montería comercial, este sistema de conseguir los perros le trae sin cuidado porque para «hacer bulto» es suficiente y por una cantidad mísera, se ahorran el puesto «de invitación» de la rehala de verdad.Al final de la temporada estos piratas sueltan donde mejor les pilla a los pobres perros que han resistido la hambruna a que han sido sometidos y no han quedado abandonados en cualquier monte antes, porque, lógicamente, estos individuos van a sacar lo que pueden.¿Cómo van a retrasarse esperando o buscando a' un perro, perdiendo así la posibilidad de hartarse de comer en la «junta» final de la montería?Afortunadamente quedan notables aficionados que a pesar de tener que pasarse el puesto como los demás monteros, y de tener que buscar perros al final de la montería y curar sobre el terreno a los heridos y volver días después, no pueden prescindir de cazar con su hermosa rehala de podencos, mastines ligeros, dogos o airedales terrier, o aquel simpático «busca» que es «feo pero listo como un rayo» todos ellos limpios, musculados y provistos de sus colleras con los colores distintivos de la rehala, unas veces acosando, otras levantando y persiguiendo al gran «navajero»(jabalí viejo, provisto de «colmillos» y moladeras de gran tamaño), o al viejo venado resabiado que utiliza todos los trucos imaginables para despistar a cualquier perro «menos a su rehala». Propietarios que unas veces se meten a cazar con sus perros en el monte, otras se colocan en el puesto pero hacen conducir a su rehala por el verdadero montero: «el perrero».